Joyas gastronómicas de otoño

Si como a mí te gusta consumir productos de temporada, más te vale saber cuáles son las joyas gastronómicas de otoño porque las estanterías de los supermercados no van a ayudarte: ofrecen prácticamente de todo-todo el año.

Lo cual está bien, supongo, comer lo que quieres cuando quieres, pero te roba esos momentos únicos, el disfrute de degustar el producto en su época, cuando más y mejor sabe, siendo además consciente de que ese goce será fugaz, dudará lo que dure la temporada.

En fin, no me quiero poner ni melancólica ni bucólica en cuestiones de gastronomía, pero sabed que con el otoño llegan maravillas como:

Las setas. Su recolección puede ser una buena excusa para salir al campo a tomar el aire libre y caminar un poco. Eso sí, no cocines las setas que encuentres si no estás segura de que son comestibles. Antes de llevarlas a la mesa, asesórate bien.

Las castañas. Aunque también son muy de estar tiradas por el monte, rara vez motivan una excursión para recogerlas. Pero sí para ir a alguna localidad del norte en la que a principios de noviembre, cocida o asadas, las conviertan en el centro de la fiesta. Si decidís asarlas en casa, no olvidéis que hay que darles un pequeño corte para que no exploten, de no hacerlo estaréis recogiendo polvo de castaña semanas.

Las manzanas. Esas futas que según el refranero anglosajón son tan buenas que consumidas a diario alejan a los médicos, se recogen (yo las he visto caer de los árboles, como Newton J) en pleno otoño para regocijo de todos, especialmente de los amantes de la sidra.

Los higos. Ricos en fibra y calcio, potasio y un buen número de nutrientes más, aportan tanta energía que son excelentes entre otras cosas para superar ese cansancio otoñal que tal vez no sea tal pero suena taaaaaan poético.

Las uvas. Las que llegan a las mesas en otoño tienen menos acidez y menos azúcares que las que en la misma época aún pueblan los viñedos, pero las mismas propiedades y alegría que las que acompañan las campanadas con las que damos carpetazo al año.

El membrillo. No es para comerlo tal cual, de acuerdo. Pero puede ofrecernos una extraordinaria tarde de cocina lúdica mientras lo cocemos para hacer esa sabrosa pasta dulce que tan bien acompaña al queso.

Los kiwis. Estas frutas ricas en vitamina C y fibra (ya sabéis para qué va bien… no entraremos en detalles), tan habituales de desayunos y cenas, también están en otoño en su momento.

La calabaza. Difícilmente llegará a medianoche porque una vez que la abres te apetece para todo, desde sopas y guisos hasta postres.

Espero que os gusten mis recomendaciones de estas magníficas joyas gastronómicas de otoño y que las disfrutéis, tanto como yo lo, hago incorporando algunas de ellas en vuestra dieta.

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