No sé si decir que me siento reivindicada, pero sí me atrevo a aventurar que muchas mujeres sanas y bellas lo estarán, me refiero a las «mujeres de verdad», las mujeres con curvas.
Según un estudio realizado por la Universidad de Texas con el respaldo del University College London, el cuerpo de mujer ideal tiene curvas, y su encarnación más aproximada es la modelo Kelly Brook (su nombre real es Kelly Ann Parsons): 1,68 de altura, y unas medidas de 99-63-91.
Es decir: tras analizar el promedio armónico del cuerpo humano en el que incluyeron factores como la edad, las medidas del rostro, el cabello, los pechos, las caderas, la cintura, las piernas, la espalda y el cuello, los científicos reniegan del «cuerpo percha» (ese de tantas modelos esqueléticas a las que les sienta bien cualquier cosa que les pongan encima) y del «cuerpo tabla» (sin pecho, sin cintura, sin caderas, sin curvas) y proponen aceptar como normal, qué digo normal, como deseable un cuerpo más parecido a los cánones renacentistas (sin llegar a la adiposidad de las tres gracias de Rubens) que a las pasarelas de cualquier desfile. Un cuerpo posible.
Hago aquí un inciso para confesar mi envidia… No creáis que no soy consciente de que Kelly Brook no es cualquiera de nosotras: ya en 2007 los científicos británicos le pusieron nota: era la ‘mujer 10’; y dos años más tarde, en la misma Universidad de Texas que acaba de consagrarla, aseguró que tenía la proporción ideal entre cintura y cadera.
Pero quiero creer que el estudio que ahora nos enseñan no responde a una obsesión personal de los investigadores, sino a una constatación: Brook es una mujer estupenda, que además ha tenido ya dos hijos, o dicho con palabras de los estudiosos, es «totalmente natural y científicamente perfecta».
Supongo, no obstante, que todo lo dicho por mí y por los científicos anglosajones vale para mujeres occidentales, porque entiendo que en otras latitudes tendrán otros cánones de belleza: no parece que las asiáticas, las sudamericanas o las africanas encajen en este nuevo canon, ni que sea deseable que lo hagan. Pero sí quiero pensar que tantas mujeres que han sufrido inútilmente para alcanzar una delgadez antinatural y contraria a su propia estructura física recibirán este estudio aliviadas y reivindicadas, sabiendo por fin que la mujer ideal tiene curvas. Ahora se trata de que la industria de la moda acepte que las mujeres para las que trabajan no son las híper estilizadas a las que los figurinistas dibujan, sino las ciudadanas de a pie. Nosotras, sin ir más lejos.